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La educación integral de las personas implica la adquisición de un conjunto de capacidades básicas de tipo cognitivo, emocional y ético. Esto supone que a la necesidad incuestionable de educar en habilidades y conocimientos se añade la de educar para una mejor calidad de vida y para dotar a esta de sentido moral.

El sistema educativo debe hacerse cargo de crear las condiciones necesarias para que la escuela potencie los aprendizajes para la vida afectiva e incorpore el valor y la riqueza que supone la diversidad de modos de ser hombre y de ser mujer que son el sustrato imprescindible para establecer unas relaciones basadas en la equidad, el respeto y la corresponsabilidad.

El colegio trabaja para dar la máxima normalidad a las actuaciones de la vida cotidiana independientemente de los estereotipos sexuales de los protagonistas, evitando las situaciones de desigualdad en todas las tareas y momentos del horario escolar, y desarrollando la consolidación de esta forma de vida para la etapa adulta.